reene01.blogspot.com rené de jesús araujo gonzález

lunes, mayo 21, 2007


De ida y vuelta
Exposición fotográfica de Noé Pineda
19 de mayo de 2007
Espacio fotográfico Tragameluz
San Cristóbal de Las Casa, Chiapas


Hace diez años bajó de un camión proveniente de la Ciudad de México un joven de cabello largo ansioso por capturar en imágenes la vorágine de acontecimientos que se sucedían en tierras chiapanecas, con una mochila cargada con sueños, esperanzas y grandes expectativas igualita a la de muchos otros viajantes de aquellos tiempos Adentrarse en un territorio en conflicto, en guerra, era la continuidad lógica de una vida de extremos, de situaciones límite, ansia de aventura que a fin de cuentas era también una búsqueda de sentido.

Entonces encontrar la aventura, caminar en la orilla del abismo, no era tarea difícil, era labor cotidiana, acción consuetudinaria. Ahí donde sucedían las cosas casi siempre estaba Noé, con su cámara, apuntando, disparando, capturando. Bastaba tener el valor de subir al torbellino para que la Historia pasara frente a tus ojos, y entonces sólo había que mirar, escuchar y asegurarse de que todo quedara grabado para después convertirse en el cronista del tiempo, en el saguerista, el portador de la imagen de la epopeya.

Pero el tiempo, que lo cura todo menos la ausencia de sentido, fue amainando la vorágine, la sorpresa de ayer se casó con el cotidiano y el torbellino dejó de mirar hacia la Historia para clavarse en si, en sus pequeñas historias entrelazadas y confusas. Se fue la historia, quedó el abismo. Muchos volvieron, ya no en camión sino en avión, con mochilas cargadas de concreto, pesadillas, dudas y desencanto. Los necios, los que se quedan, saben que tendrán que hacer a su ícono pedazos. Es cuando llega —siempre llega— la duda: ¿en dónde quedo yo?

La vuelta es entonces un volver a caminar, buscar el torbellino en otro lado para no seguir desgarrando los adentros. Alguna vez Ciorán le dijo a Savater “No actuamos más que bajo la fascinación de lo imposible: lo que equivale a decir que alguien incapaz de dar a luz una utopía y de entregarse a ella está amenazado por la esclerosis y la ruina”.

La vida de los pichichi (pinches chilangos chiapanecos) es así, un ir y venir constante, entre la raíz encementada y el sueño de tierra. Las historias se intercalan entre la ciudad capital y la ciudad Las Casas, en una indefinición que permite distancia y apego, amor y desamor, olvido y nostalgia. La distancia no es el olvido sino un eterno e insistente retorno.

Estas fotografías son parte de esa historia, pues al final lo que nos queda de los grandes relatos son tan solo fragmentos, muescas que marcan el paso de los días. Narración fotográfica de una ida y una vuelta a partir de sus detalles, de sus rostros y claroscuros. No es una exposición de retrato, ni de fotoperiodismo, ni de foto arquitectónica, ni de paisajes, es la narración de una historia de vida (una vida en diez años, de las tantas vidas que arrastramos en nuestro tiempo terreno).

Es su historia y no, porque lo que más es, lo que más puede importarnos es que es la historia de muchos desde el punto de vista de un profesional de la mirada, de todos aquellos que salieron de la ciudad que se hunde y vinieron y vieron, encontraron rostros y sonrisas junto a la carencia y el riesgo, y que después volvieron de la ciudad con puertas cerradas a la metrópoli del desnudo.

“De ida y vuelta” es también y sobre todo el testimonio de la tribu, de los nómadas que somos, que estamos y no estamos, que venimos pero nos vamos, los que vamos con certeza en busca de tormenta pero que siempre nos quedaremos poniendo en duda la catástrofe. Imágenes fijas para recordarnos que moverse en busca de la utopía es conjurar la esclerosis y la ruina.

Leonardo Toledo Garibaldi

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