Fotos: Mario.
A N T I E N T R E V I S T A .
En las Cruces, población costera del litoral chileno, de golpe uno tropieza con el cielo y la tierra, esto es el mar, esto se llama mar. Signo inequívoco donde habita la palabra. En efecto, en este lugar vive Nicanor Parra, como un pleno ejercicio de elección. La puerta de entrada tiene una pinta Antipoesía al graffiti. Me hago presente tocando la puerta, él aparece, impávido ante los noventa años que ha transitado, muestra evidente que la vida también es una obra de arte. Qué dice Juan Rulfo, asiste. Y comenzamos hablar de los muertos y de la vida, y de sus rastros como es el amor. ¿Nandayapa?, agrega. Sí, significa río verde en una lengua indígena. Se contrae ante el desencanto de la respuesta del acertijo que significa mi apellido. Nunca lo digas, las palabras siempre tienen que tener un misterio, algo que oculten. Es el inicio de una conversación siempre inconclusa: la poesía. ¿Mario, sabes que también pinto? Y me muestra su obra conceptual: La última cena (una bacinica azul sobre una silla), La maquina del tiempo (una fila de maquinas de escribir antiguas), Todas íbamos a ser reinas (Fotografía de él con un grupo de amigos). Mientras observo, Nicanor se ausenta, para regresar con un libro mínimo de madera color verde, el cual me entrega. Esto es para ti Nandayapa, en ella está toda la poesía. Abro el libro, y contiene las palabras de todos los tiempos, está vacío.
1 Comments:
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